domingo, 17 de abril de 2011

LUPITA FERRER..... La Esmeralda Venezolana

Hermosa y Glamorosa


En La Novela Esmeralda
LUPITA FERRER (Yolanda Guadalupe Ferrer, –su nombre real­ ) , nació el 6 de diciembre de 1947 en Maracaibo (Venezuela). Aunque desde muy pequeña bailaba y cantaba, no fue hasta los 15 años cuando descubrió su verdadera vocación: “Me inicié en el teatro interpretando a Ofelia, en Hamlet".
Con la siguiente obra, Doña Rosita la soltera, cautivó al presidente de su país, Raúl Leoni. Corría el año 1965. “Me dio una beca para estudiar en el Actors Studio de Nueva York. Allí llegaría a compartir aula con Liza Minelli”.
Sin pensárselo un instante, con 18 años hizo la maletas y se instaló en la Gran Manzana durante dos años. “Lo que hasta entonces había sido una simple afición se convirtió en mi profesión y en mi pasión. Después de hacer cine en México –junto a grandes artistas como Cantinflas– empecé a hacer novelas, la primera Donde no llega el sol, de 1967”.
Pero Esmeralda, en 1970, es la que recuerda de una manera especial: “Fue mi primer gran éxito y traspasó las fronteras de mi país; a ella le debo gran parte de mi popularidad”.

Ese año participó en largometrajes como El manantial de amor, El oficio más antiguo del mundo y La vida inútil de Pito Pérez. El público la aplaudió, pero ella no quiso abandonar el género que la había hecho famosa, pese a considerarlo más difícil: “Las telenovelas, a diferencia de las películas, requieren mucha resistencia física e implican largos meses de trabajo”.
1972 también fue muy importante para Lupita, sobre todo en el terreno personal. Se enamoró de Alfredo Carrillo y se casaron ese mismo año. No obstante, se divorciaron dos años más tarde a causa de los celos enfermizos del ingeniero venezolano.
Un ritmo frenético de trabajo la ayudó a dejar atrás la ruptura. Aunque continuó compaginando televisión y cine, su carrera se centró en las novelas, protagonizando títulos como Peregrina (1974), Mariana de la noche (1975) y La zulianita (1977).

Volvió a contraer matrimonio
En 1978, Lupita viajó a Hollywood para protagonizar Los hijos de Sánchez, junto al mexicano Anthony Quinn. Durante el rodaje se enamoró del director, Hall Bartlett. “Nos casamos enseguida y me quedé a vivir en Los Ángeles. Al principio me apoyó, pero luego quiso alejarme de mi trabajo”. Esta circunstancia provocó su segundo divorcio, sólo cuatro años más tarde.
Por desgracia, no pudo unir el éxito profesional con el personal: “Dios me brindó otras satisfacciones. Creo que nací para ser una eterna artista”. Valiente y decidida, nunca le ha asustado la soledad, pero confiesa que tiene una espina clavada: “Me hubiera gustado tener un hijo. Quizás algún día me decida a adoptar uno”.
Terminada la década de los setenta ya era una artista reconocida, pero lo mejor estaba por llegar. En 1985 nos deleitó con su magistral actuación en Cristal, dando vida a uno de los personajes que marcaron su trayectoria: Victoria Ascanio. El éxito de esta producción la dio a conocer en el mundo entero y le llovieron proyectos en Argentina, México y Venezuela, donde en 1992 grabó Las dos Dianas.

Además, vino a España para participar en la serie Truhanes: “Fue una experiencia increíble trabajar con Paco Rabal y Arturo Fernández. Me fascinó la caballerosidad de los españoles”. Pese a que durante su estancia dijo que le encantaría enamorarse de un catalán, no sucedió así: la conquistó un empresario ecuatoriano, Marcelo Burgos, quien luego se convirtió en su representante. Aunque pensaron en boda, rompieron a los tres años de empezar a salir. “Nunca se deben mezclar el trabajo y el amor”.
En 1995 llegó Morelia, a la que siguieron otras novelas como Nada personal (1996) y Rosalinda (1999). Mientras grababa esta última, pensó en retirarse del género: “Quiero dedicarme al teatro y sueño con triunfar en el cine. También estoy escribiendo mis memorias”.

Por aquel entonces también probó fortuna como empresaria y lanzó su propia línea de cosméticos: Fórmula Ferrer. Y logró el éxito. Sus cremas entusiasmaron a sus admiradoras, quizá porque pensaban que utilizándolas se conservarían tan bien como ella. La propia Lupita desveló su secreto. “Lo principal es llevar una vida sana: como bien y trato de descansar. No soy partidaria de la cirugía, aunque es cierto que nuestra profesión, aparte de talento, requiere una imagen”.
Por suerte para los amantes del género, Lupita regresó a la televisión seducida por apasionantes historias como Soledad (2001), Amor descarado (2003) e Inocente de ti (2004). En esta volvía a hacer de buena tras muchos años siendo la villana, algo que nunca le gustó: “Es un tipo de personaje que no sufre, que todo lo hace de forma fría y cerebral. Además, no quiero que el público me identifique con mujeres perversas y antipáticas”.

En 2007, tras participar un año antes en Ugly Betty, se involucró en otro ambicioso proyecto: Pecados ajenos.
Para Lupita, cumplir años no es sinónimo de declive. Prueba de ello es que, a sus 61 años, no sólo sigue trabajando, sino que está de nuevo enamorada.

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